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Dra. Candy Flores-Gracia

La manera en la que los países generan riqueza ha cambiado a lo largo del tiempo. Desde 1996, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha usado el término “ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO” para hacer alusión al conjunto de países industrializados en los que se reconoció al conocimiento como el factor clave del crecimiento económico. En este tipo de economía, el conocimiento es uno de los activos más importantes, dejando en segundo plano los bienes de capital y mano de obra, logrando que la cantidad de sofisticación del conocimiento permee en las actividades económicas y sociales, llegando a niveles más altos (Sánchez y Ríos, 2011).

México es un país que ha logrado desarrollar personal científico y tecnológico altamente especializado a través de los diferentes programas de pregrado y posgrado de sus Universidades y Centros de Investigación. De acuerdo al Foro Consultivo Científico y Tecnológico, en México existen alrededor de 25 mil investigadores adscritos al Sistema Nacional de Investigadores, aunado a los 237 mil 617 estudiantes de posgrado registrados en el Sistema Nacional de Información de Estadística Educativa de la Secretaría de Educación Pública (SEP).

Todos estos investigadores y estudiantes son capaces de generar investigación científica de alta calidad, tal como lo refleja el hecho de que ocupemos el lugar número 28 en la clasificación SCImago de publicaciones científicas por país (SJR indicator), de un total de 233 países. Toda esta investigación desarrollada en nuestro país incluye tanto investigación básica, como investigación aplicada. Si bien, ambos tipos de investigación son relevantes e importantes para el desarrollo de nuestro país, en estas líneas nos enfocaremos en aquella investigación aplicada que desde su concepción estuvo enfocada en proponer alguna solución para la resolución de los problemas del sector productivo.

No toda la investigación aplicada se convierte en una invención protegida mediante alguna figura de propiedad intelectual, pero de acuerdo a datos de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, México está en una buena posición en cuanto a número de invenciones registradas por mexicanos en nuestro país, en donde ocupamos el lugar número 27 de 192 países en el número de solicitudes de patente de residentes.

Creo que muchos de ustedes imaginaron que México ocuparía posiciones más bajas en este tipo de indicadores, pero no es así. Nuestro país refleja tener un enorme potencial para desarrollar ciencia y tecnología, y convertirla en invenciones. El tema fundamental es entender cuántas de estas invenciones desarrolladas por nuestra comunidad académica están en este momento siendo aplicados a la industria, y fueron comercializados mediante algún mecanismo de transferencia de tecnología.

A este proceso se le conoce como innovación, un concepto que durante las últimas décadas ha estado de moda y que usamos de manera desmedida para referirnos de igual manera a una invención. El Manual de Oslo define a la innovación como “la introducción de un nuevo, o significativamente mejorado, producto (bien o servicio), de un proceso de un nuevo método de comercialización o de un nuevo método organizativo, en las prácticas internas de la empresa, la organización del lugar del trabajo o las relaciones exteriores .

Nuestro país ha logrado subir su posición dentro del Índice Mundial de Innovación, pasando del lugar 61 en el 2016 al lugar 58 en el 2017, sin embargo, estos datos siguen estando muy por debajo de lo esperado dado nuestro potencial para la creación y desarrollo de ciencia y tecnología.

Si el conocimiento por si solo fuese suficiente para impulsar la economía, México no tendría pretexto para estar en una mejor posición en la economía mundial. El mayor reto al que nos enfrentamos es lograr que todo ese conocimiento se vea reflejado en el desarrollo de productos, procesos y/o servicios que ayuden a un sector específico de la industria, o que atiendan problemas concretos del mercado ofreciendo mejores soluciones a precios competitivos.

Estas actividades son desarrolladas por la Oficinas de Transferencia de Tecnología, que son las encargadas de apoyar al personal científico y académico a entender su propuesta de valor, y poder ponerla al servicio del sector productivo. Existen varios mecanismos para llevar a cabo la transferencia de conocimiento y tecnología a la industria, pero creo que podeos englobarlos fácilmente en 3 grandes rubros:

(1) Servicios y/o consultoría: Ofrecer a los sectores productivos del país las habilidades y conocimientos de la comunidad científica y tecnológica para resolver problemas u oportunidades identificadas, así como la prestación de servicios tecnológicos de interés para los sectores productivos del país y del mundo.

(2) La transferencia, licenciamiento y/o venta de la Propiedad Intelectual: Proveerle al sector privado acceso a los activos de Propiedad Intelectual ya sea a través de la transferencia, acompañando a la empresa hasta que logre completar el proceso de adopción de la tecnología; del licenciamiento, otorgando concesiones para el uso de la Propiedad Intelectual o de la venta de Propiedad Intelectual, dando los derechos de la misma a las empresas interesadas.

(3) La generación de empresas: Generar empresas con el objetivo de comercializar un conocimiento en donde los accionistas pueden ser la institución, la comunidad académica e inversionistas externos, ayudando a impulsar la disponibilidad de capital privado (emprendedor, semilla y ángel).

Los dos primeros mecanismos son los más usados en México para lograr una transferencia de tecnología desde las universidades y centros de investigación hacia el sector productivo. La creación de empresas, sobre todo de valor agregado, ha sido un tema que nos ha tomado más tiempo desarrollar y que ha estado mermado, en parte, por la propia legislación mexicana.

Ya que más del 70% de nuestros investigadores trabajan para instituciones públicas, hasta diciembre del 2015 nuestros investigadores estaban imposibilitados, por conflictos de interés, a ser partícipes de empresas que pudiesen explotar comercialmente sus tecnologías. Gracias a las modificaciones presentadas en la Ley de Ciencia y Tecnología y a la Ley Federal de Responsabilidad Administrativas de los Servidores Públicos, ahora los investigadores tienen una excepción al conflicto de interés para el caso de la participación de los mismos en la creación de empresas, permitiéndoles no solo ser parte de las empresas creadas, sino poder obtener licencias de uso de las tecnologías que han desarrollado y puedan explotarlas de manera comercial.

Si retomamos los datos presentados al inicio de este escrito, son muchos los estudiantes inscritos en los diferentes programas de posgrado de nuestro país y la mayoría de ellos no podrán incorporarse a la academia. Pero son estos mismos estudiantes los que por más de 3 años han trabajado con los investigadores en el desarrollo de sus tesis de grado. Estas tesis de grado muchas veces tienen invenciones que podrían estar ofreciendo soluciones a la industria, pero por presentar un nivel de desarrollo en etapas muy tempranas, no es posible llegar a las empresas con un producto o servicio terminado listo para comercializarse.

Aunque son un gran número de investigadores los que has mostrado interés en la creación de empresas, es un hecho que su carga académica les impide de la misma forma poder dedicar tiempo para el desarrollo de una empresa de base tecnológica, y es difícil que los investigadores salgan se su zona de confort con un pago seguro en la academia, para convertirse en emprendedores.

Pero ¿Qué pasa si son sus propios alumnos los que le ayudan a comercializar esta tecnología? Los investigadores generalmente cuentan con una plaza dentro de algunas de estas instituciones, por lo que deben cumplir con los requisitos de tiempo para dedicarse a sus actividades de investigación y enseñanza. No así los estudiantes, quienes al acabar sus estudios de posgrado generalmente tienen como primera opción acceder a algún programa de posdoctorado, el cual durará en promedio 2 años más.

El objetivo ahora es convertir a todos estos estudiantes de posgrado, que ya fueron altamente entrenados en temas de ciencia y tecnología, en emprendedores. Entrenarlos en metodologías de innovación, desarrollo de negocios y clientes para que puedan crear empresas de base tecnológica. Estas empresas deben ser concebidas como una organización temporal diseñada para buscar un modelo comercial repetible y escalable, por lo que sus procesos difieren de la creación de una empresa tradicional, diseñada para la comercialización de productos y servicios con mecanismos básicos de operación.

Nuestros estudiantes de posgrado deberán ser los más motivados en encontrar una manera de generar su propio empleo, usando esos conocimientos técnicos y científicos ya adquiridos, y poniendo su esfuerzo en entender los problemas a retos a los que la industria se está enfrentando en este momento. Entendiendo esto, serán capaces de poner todas esas ideas en el mercado a través de productos y servicios que puedan ser comercializados por empresas de base tecnológica.

El reto aquí es trabajar en conjunto con las Oficinas de Transferencia de las Tecnología de las Instituciones para que los precios por licenciamiento sean adecuados a la realidad financiera de una start up. De la misma forma, educar a los investigadores y a los emprendedores sobre las enormes diferenciase entre un apoyo y una inversión, ya que muchas veces estas empresas buscan ser financiadas con recursos públicos para investigación, en vez de buscar inversiones que no solo aporten dinero, sino la consultoría empresarial y de negocios que necesitan.

También es muy importante trabajar de manera conjunta con los investigadores y sus estudiantes para que entiendan que, en esta nueva relación, los egresados no son subordinados de los investigadores, sino iguales. Se deberán tratar como socios y deberán definir sus objetivos para poder separarlos de manera adecuada a aquellos enfocados en seguir haciendo investigación y desarrollo, y aquellos que estarán enfocados en las actividades de comercialización.

Si bien es un camino nuevo para varios investigadores y estudiantes, es un mecanismo que ya ha sido utilizado con éxito, pero ha llevado un acompañamiento cercano de diferentes consultores y mentores que a través de procesos de facilitación han logrado desarrollar un equilibrio en este tipo de relaciones.

Otra gran ventaja de la creación de empresas de base tecnológica es que son estas mismas las que podrán dar empleo a más estudiantes de posgrado. Empleos de calidad, con buena remuneración, que ayuden a empresas de los sectores tradicionales a entender la importancia de involucrar áreas de investigación y desarrollo para la generación de innovación.

El fomentar la creación de empresas de base tecnológica impulsa los procesos de transferencia de tecnología en cualquier institución, así como el aumento de empleos de valor agregado para personas con estudios de posgrado.  De la misma forma fomenta las actividades de innovación y emprendimiento, pero sobre todo ayuda al sector productivo a resolver problemas y retos que les permitan ser más competitivos.

1 Comment

  1. Osvaldo Galeana dice:

    Me parece una propuesta grandiosa, como estudiantes de posgrado muchas veces no sabemos darle una aplicación comercial a nuestros resultados de investigación, y que mejor manera de aplicarlo que al convertirlos en emprendimientos científicos, espero que la academia pueda tomar en cuenta este tipo de propuestas para aumentar las habilidades de sus estudiantes y así puedan convertirse en emprendedores científicos.

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