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“NO seas un emprendedor científico”
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Mariana Villada Canela. Embajadora Científica de Gestíca, Región Norte. Universidad Autónoma de Baja California. Correo: mvilladac@uabc.edu.mx

 

El emprendimiento científico radica en aplicar los conocimientos generados en los procesos de investigación y desarrollo científicos en la creación de empresas que produzcan bienes y servicios. Estas iniciativas son mejor conocidas como Empresas de Base Científica/Tecnológica (EBT) o Spin-Off. No obstante, la capacidad de innovación necesaria para crear una EBT no sólo depende de la creatividad y del ingenio, sino de otras habilidades que deben fomentarse continuamente.

En octubre de 2016, un año después de que Mariana Achirica Acosta se graduara de maestría, hablamos respecto a la posibilidad de que ella ofreciera un curso de emprendimiento científico en la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), en Ensenada. Para entonces, Mariana ya se había capacitado en la planificación del emprendimiento y en las bases del talento emprendedor. Gracias a su dedicación en estos cursos, obtuvo financiamiento para empezar a desarrollar la empresa GESTÍCA y también ganó la atención de varios medios de comunicación que divulgaron sus ideas.

En aquel tiempo yo era la coordinadora de Posgrado e Investigación del Instituto de Investigaciones Oceanológicas (IIO) de la UABC, lo que me permitía proponer eventos para la formación de recursos humanos universitarios de alto nivel. Así, durante tres meses, Mariana y yo organizamos un curso de emprendimiento, de manera que resultara un espacio de trabajo para desarrollar habilidades en los estudiantes e investigadores interesados, que aprendieran a comunicar los resultados de su investigación de formas novedosas y además comenzarán a vincularse con distintos sectores diferentes al académico.

Del 7 al 10 de febrero de 2017, Mariana Achirica impartió el Curso de Emprendimiento Científico en la sala audiovisual del IIO. Durante el curso, los asistentes conocieron las características que los unen o distinguen del sector industrial, social o gubernamental, de manera que se involucraron en temas fuera de su campo de especialidad; además, exploraron la interdisciplina, la comunicación social del conocimiento y el vínculo con la toma de decisiones (industrial y/o gubernamental), con miras a generar su propia empresa de base científica/tecnológica (EBT), a detectar el mercado apropiado para sus proyectos e ideas y a mejorar sus habilidades de emprendimiento.

Los módulos del curso incluyeron temas como: las bases, los conceptos y las políticas nacionales asociadas al emprendimiento científico y a la creación de EBT; los costos y los beneficios de la innovación en la práctica científica; diferentes métodos de prototipado para materializar ideas en productos y servicios tangibles y con impacto social; ideas sobre cómo financiar proyectos de forma tradicional y alternativa (crowdfunding) de acuerdo a cada etapa del plan del proyecto, reconociendo las ventajas y las desventajas de cada uno; la medición cualitativa y cuantitativa del emprendimiento, así como la constitución de equipos de trabajo y modelos de negocios. Finalmente, Mariana nos mostró distintos casos de éxito de EBT mexicanas.

Durante el curso, Mariana Achirica, los investigadores y los estudiantes de posgrado también discutieron en torno a la oportunidad de participar en este tipo de cursos, debido a tres limitaciones principales: 1) la carencia de oportunidades para especializarse en el emprendimiento científico como parte de su formación académica, 2) la falta de apoyo del personal técnico o especializado en la vinculación academia-empresa-gobierno (la famosa triple hélice) o 3) el desconocimiento del marco jurídico en la materia (licencias, patentes, propiedad intelectual). No obstante, los asistentes deliberaron aún más respecto a las habilidades del científico emprendedor.

Según Marti y colaboradores (2018), además de ser creativo, el científico emprendedor debe poseer otras cuatro habilidades: ser flexible, paciente, mantener la simplicidad y trabajar de forma interdisciplinaria. La flexibilidad se refiere a que, a pesar de la aparente rigidez de la lógica tecno-científica, los investigadores tengan una mente abierta a participar en la gestión del conocimiento o en la transferencia de tecnología, incluso si no incide en el mismo ámbito en el que fue producida. La paciencia implica entender que en la puesta en marcha de una EBT, deben asumirse riesgos y que, en general, no es una prioridad del investigador (comparada con la producción de artículos científicos), por lo que no ocurrirá con la rapidez que exige el mercado. La simplicidad consiste en innovar en distintas formas de emplear y reconocer las oportunidades comerciales de los nuevos objetos y procesos, más que en crearlos.

De todas las habilidades descritas, la interdisciplinariedad no sólo depende de un proyecto sólido o de la buena disposición al trabajo en equipo, sino de cómo integrar los conocimientos y la experiencia de todos de manera fácil y eficiente en la creación o la puesta en marcha de un producto o proceso (Know How). Por ejemplo, en el Curso de Emprendimiento Científico tuvimos investigadores y estudiantes de diferentes especialidades y habilidades, que si bien al principio intentaban defender su punto de vista desde su propia disciplina, aprendieron a escucharse y a considerar la opinión de todos a medida que Mariana Achirica aplicaba distintas dinámicas.

El Curso de Emprendimiento Científico concluyó con una reflexión general: además del interés, el sentido crítico y la capacidad de generar nuevas ideas, conceptos y asociaciones entre ellos, convertirse en un científico emprendedor exige habilidades que deben fomentarse con el tiempo y el trabajo en equipo. Esto significa que, a pesar de las tres limitaciones referidas, un emprendedor debe mantenerse flexible, paciente y simple, y de igual forma, debe saber negociar, administrar distintos tipos de recursos, comunicar sus hallazgos y recaudar fondos.

Ofreciendo cursos, talleres, consultas o asesorías, la empresa GESTÍCA cumple su rol en la economía del conocimiento mexicana al fungir como intermediadora entre los investigadores y las empresas que incluyen investigación y desarrollo (I+D) en sus productos y procesos. Por consiguiente, el reto de las comunidades científicas es aprovechar el servicio que brindan este tipo de empresas, sea con el fin de transferir sus conocimientos o con el objetivo de crear su propia empresa para proponer soluciones prácticas a problemas emergentes.

REFERENCIAS:

Marti X., Fina I., Catalan G., Veà A. (2018) The Profile of Researchers Moving Towards Scientific Entrepreneurship. En: Peña Dopazo J., Zivic F. (eds) Supporting University Ventures in Nanotechnology, Biomaterials and Magnetic Sensing Applications. Springer, Cham.

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