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Por: Rosa Luz de la Fuente León

A pesar de todos los cambios climáticos que estamos presenciando, seguimos viviendo un estilo de vida que se basa en usar y desechar, y todo gracias a lo barato que es el plástico. Las empresas que producen este material, han explotado la idea de que el plástico de un solo uso trae grandes beneficios a la humanidad, como no tener que lavar los platos al terminar de comer. Sin embargo, ahora nos estamos enfrentando a la situación de no saber qué hacer con tantos residuos generados por ese estilo de vida.

No podemos negar, que la utilización del plástico ha contribuido a grandes avances tanto tecnológicos como médicos, no obstante, una montaña de información proveniente de diferentes grupos de investigación a nivel nacional e internacional, ha mostrado que muchos químicos sintéticos usados para la producción de este material son potencialmente dañinos para la salud, como ejemplos son el bisfenol A (BPA) y los ftalatos.

Estos químicos los podemos encontrar en biberones, juguetes para niños, botellas y bolsas desechables, empaques de alimentos, tubos de PVC, y en otros productos de uso diario. Ciertamente, estamos tan rodeados de objetos de plástico, que es fácil detectar sus compuestos químicos en la sangre, en la orina, en el sudor, en tejidos humanos, y curiosamente las investigaciones científicas han mostrado que estos se almacenan en la grasa.

Mediante diferentes investigaciones, se ha podido determinar que estos compuestos sintéticos tienen una estructura similar a las hormonas sexuales, y, por lo tanto, pueden alterar los sistemas hormonales, de los humanos y de otras especies animales. Como resultado, estos químicos están asociados al desarrollo de cánceres regulados por hormonas, como el cáncer de mama, cervicouterino, de próstata, además de problemas de infertilidad, abortos espontáneos, quistes ováricos, entre otros.

Por otro lado, estos químicos también se han encontrado en el líquido amniótico y en la leche materna. Debido a esto, actualmente los científicos realizan estudios epidemiológicos para intentar determinar cuáles serán los efectos en la salud de los niños que fueron expuestos a estos compuestos durante la etapa gestacional. De hecho, algunos resultados recientes sugieren que estos niños tienen un mayor riesgo de desarrollar problemas neurológicos, diabetes, obesidad, problemas cardiovasculares, disminución del coeficiente intelectual, por mencionar algunos.

Estos estudios transgeneracionales son longevos, por lo que el día que los científicos puedan determinar cuáles sus efectos a largo plazo podría ser demasiado tarde. Entonces, todo parece señalar que la salud de las nuevas generaciones estará definida en gran parte por la presencia de los plásticos.

Como dijo Paracelso hace más de 500 años, ¨la dosis hace al veneno”, en este caso, dependiendo de nuestro estilo de vida tendremos un mayor factor de riesgo a enfermar por la exposición a estos químicos. Hay que destacar situaciones en donde el uso incorrecto del plástico o una mala disposición final de estos, genera otros problemas que no hemos tomado con seriedad.

Es común observar que las personas viertan comida caliente en contenedores de plástico, o que los meten al microondas, esta acción de calentar este material acelera la liberación de sus compuestos químicos, y, por lo tanto, se ingiere una mayor dosis de ellos. Otro caso que afecta a un gran número de individuos, es la incineración de residuos, hay que resaltar que un porcentaje importante de la basura es plástico, al quemar este material no solo se genera CO2 y otros gases, sino que también se crean nuevas partículas tóxicas, y estas son otra fuente de enfermedades.

No basta con implementar estrategias que sustituyan los compuestos que han sido catalogados como tóxicos, por otros que podrían ser incluso más peligrosos. Aquí el caso de los productos libres de BPA, pues para sustituirlo, utilizan otras moléculas semejantes como los bisfenoles S o F, y estos, en nuevos ensayos experimentales han mostrado que podrían ser incluso más dañinos.

Hace un tiempo leí un trabajo escrito por la Dra. Cristina Cortinas de Nava (que, por cierto, si están interesados en el tema de economía circular, deberían de leer uno o dos trabajos de ella), en este documento, menciona que todas las personas tienen el derecho de saber el contenido de las sustancias tóxicas en los productos de consumo, pues de esa forma y cito “pueden hacer efectivos los derechos constitucionales a la protección de la salud, a un ambiente sano y al agua saludable.

Si las personas están informadas, pueden tomar acciones inmediatas que ayuden a mejorar su calidad de vida y la de su familia, optando por consumir productos más seguros y sustentables.

Entonces, para transitar hacia una economía circular y sustentable que garantice nuestra salud y la de los otros seres vivientes, tenemos que comenzar con la educación. Dejar de desprestigiar las alternativas para sustituir el uso de los plásticos convencionales es otro gran paso.

En las redes sociales hay imágenes que indican que comprar una bolsa de tela tiene más desventajas que las convencionales de plástico, pero ¿es realmente cierto?

Si una vez por semana se hacen compras en un supermercado y se utilizan en promedio de entre 7 a 12 bolsas, al año estaríamos utilizando 494 bolsas de plástico, aproximadamente. Entonces, en 28 años, una persona podría llegar a utilizar 13832 bolsas de un solo uso. ¿Qué pasará con todos los químicos que desprenderán estás bolsas al comenzar a degradarse? ¿Cómo afectarán la salud de las personas y las demás especies que viven en el planeta?

Si es cierta la información que señala que, para que una bolsa de tela tenga un menor impacto en el ambiente se tiene que reutilizar al menos 131 veces, haciendo el ejercicio anterior podríamos concluir, que alrededor de 2.5 años estaría justificada su compra.  Este solo es un ejemplo, podemos discutir las ventajas y desventajas de la implementación de las alternativas, pero nada podrá seguir justificando el uso del plástico convencional. La salud y la preservación del medio ambiente, no tendrían que ser temas menos relevantes.

Hasta donde podamos, los aspirantes a hacer ciencia, tenemos que buscar la forma de acércanos a la población, pues la sociedad está alejada de la ciencia, y eso, como ya lo evidenció la era COVID, ha contribuido con los graves problemas que se enfrenta la humanidad.

 

Mi nombre es Rosa Luz, soy Bióloga Experimental, y Maestra en Ciencias por la Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente, como estudiante de Doctorado en la misma institución, estoy analizando el potencial carcinogénico de diferentes contaminantes ambientales como el bisfenol A.

 

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